Tasajera
Tasajera
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Tasajera, un enclave de pobreza y hambre, que sale a flote por una tragedia

Riqueza natural que se acaba y la pobreza aumentada por la corrupción política de vieja data en el Magdalena.

Casi al final del cementerio ecológico en que se convirtió el Parque Isla Salamanca, tras la construcción de los 58 kilómetros de la vía Barranquilla-Ciénaga, se levanta Tasajera, el monumento a la pobreza, por el que transitan más de 7.500 vehículos diarios que deben pagar dos peajes en ese recorrido. Así como se lee, dos peajes en un trayecto de 45 kilómetros.

El costo del peaje más barato es de 11.900 pesos que al pagarse en Palermo y Tasajera le significan al conductor del vehículo desembolsar 23.800 pesos.

Si todos los vehículos que transitaran por allí diariamente fueran de categoría 1, le significarían al concesionario la suma de $178.500.000, cada 24 horas. Sin embargo, la gran mayoría que circulan por esa carretera no son de categoría 1.

Hay otras 6 categorías para busetas, buses, camiones y tractomulas que llegan a pagar más de 50 mil pesos en cada uno de los dos peajes.

Paradójicamente la vía no es la mejor y la accidentalidad es alta.

Tarifas del peaje de la vía Ciénaga-Barranquilla

Tasajera está en la franja de terreno que se ubica entre la ciénaga y el mar, casi al final de la vía, hacia donde muchos miran despectivamente o con  lástima, sin saber que lo que está frente a sus ojos es el resultado de lo que ha dejado la corrupción de la negligente clase política del Magdalena. Eso no es pobreza. Es miseria lo que se ve. La que danza ante nuestros ojos.

Hay hasta quienes pasan con temor y ven como eternos los cinco minutos que puede durar el lento recorrido en vehículo en medio de una nube de vendedores ambulantes en la vía  y “los policías acostados” que se levantaron en la carretera como prevención por los continuos accidentes de tránsito que terminaban en protestas y saqueos.

Foto del peaje de Tasajera

En el recorrido, están en el sentido Barranquilla-Ciénaga, las poblaciones de Tasajera, Palmira, Isla del Rosario, Puebloviejo y Nueva Frontera.

Puebloviejo es la cabecera municipal.

En todos, el paisaje es símbolo de pobreza, localidades con un máximo de necesidades básicas insatisfechas por años y años. Los árboles sí dejan ver el hambre, la desnutricción y el abandono.

No cuentan con el servicio de agua potable. No hay empleo. La pesca escasea porque la ciénaga la han invadido terratenientes que le han cortado el oxígeno. Quienes manejan los cargos públicos, como reza la tradición politiquera, solo aparecen en época de elecciones.

En medio de las afugias económicas, la falta de oportunidades laborales,  para muchos hombres de la población, las ventas a la orilla de la carretera se convirtieron en una alternativa para ganarse el sustento diario. “En esa rutina, como en la pesca, se trabaja muy duro y se gana muy poco”, comentó un tasajerense.

Pescador de Tasajera

Ese es el día a día de esta población de unos 8.000 habitantes. Es tanta la pobreza que no todos tienen la oportunidad de estudiar. 

Jesús Carrillo, Personero de Puebloviejo, estima que “solo uno de cada 10 bachilleres que se gradúan allí tienen la oportunidad de hacer una carrera universitaria”.

El lunes 6 de julio de 2020 amaneció como un día normal en esta población de pescadores.

El ocio elevado a la máxima expresión por la pandemia hacía visible el desacato de las restricciones por la cuarentena.

Pasadas las 7:30 de la mañana de ese día se produjo el volcamiento de un camión cisterna que con combustible había salido de Barranquilla para Santa Marta.

Manuel Cataño se volcó y pudo salir de la cabina del carrotanque.

“Como hormigas” comenzaron a llegar comentó Cataño a Zona Cero un día después de la tragedia.  Lo que vino tras la explosión, el país lo conoce. Una tragedia de magnitud aun no nos imaginamos.

Después vinieron los memes, los juicios a priori y los dedos inquisidores. Pocos se detuvieron a ir al trasfondo social de una población en donde la abundancia no es la subienda de antaño sino la pobreza. Más del 90 por ciento de la población vive en condiciones de miseria.

“La deuda social” del Estado con esa población es inmensa. El servicio de energía por las condiciones de las redes eléctricas es pésimo y la intermitencia es constante. 

Lo del servicio de agua potable, es peor.

De diciembre de 2015 quedó en los registros de prensa las informaciones que daban cuenta de que ya Puebloviejo contaba con un sistema de acueducto.

Luis Miguel Cotes era el gobernador del Magdalena en ese entonces y fue el protagonista de ese sueño frustrado.

Foto de 2015, el entonces gobernador Luis Miguel Cotes

Sin embargo, una cosa era el anuncio y otra la realidad de Puebloviejo y sus corregimientos.

El tal acueducto, no ha existido y no existe porque en el municipio, rodeado de ciénaga y mar, no tiene fuente hídrica de donde  tomar el agua sin complejos procesos de desalinización.

Lo que se hizo para la foto fue activar la tubería que desde la planta de tratamiento del acueducto del municipio de Ciénaga lleva el líquido hasta un tanque de almacenamiento de Puebloviejo. ¡Qué engaño! para un pueblo sediento.

El agua que hoy por hoy llega a la cabecera municipal y sus corregimientos vecinos es por una compra en bloque del líquido a la empresa Operadores de la Sierra, el concesionario del servicio de agua en Ciénaga. En los lugares en donde no funciona la tubería, tienen que conformarse con el agua que llega en carrotanques.

Carrotanques llevando agua a Tasajera

La construcción de la vía a mediados del siglo pasado “afectó la biodiversidad” y comenzó a decaer esa riqueza pesquera de la ciénaga de la que los puebloviejeros y los habitantes de sus corregimientos sacaban el sustento diario.

Con este panorama de falta de oportunidades y necesidades básicas insatisfechas es poco lo que hay que hacer en un municipio como Puebloviejo a donde “todos miran de reojo”, dice un habitante de la localidad.

En la rutina diaria, y en tiempos de pandemia y cuarentena  la vida en estos pueblos pesqueros transcurre solo mirando a la carretera de dos peajes en 45 kilómetros a ver “qué oportunidades nos trae”.

En medio del dolor, madres y hermanas de varios de los heridos que luego fallecieron comentaron en Barranquilla a Zona Cero, frente a las clínicas en donde recibían atención médica, que sus familiares no eran ningunos delincuentes y que no habían atracado a nadie.

Un día después de la explosión del carrotanque apenas llegando a la Clínica Atenas de Barranquilla, Martha Escobar recibió la noticia de la muerte de su esposo Galdino José Gutiérrez Gómez. Él era pescador y ese lunes fatídico no salió a sus faenas diarias “porque el mar estaba fregado” (fuerte oleaje y malo para la pesca).

"Yo lo dejé durmiendo y salí. Cuando hablaron de la explosión yo salgo corriendo cuando dicen hay quemados. Salí corriendo a buscarlo", comentó. Galdino como la mayoría, vieron la oportunidad de ganarse unos pesos recogiendo una pimpina de gasolina para luego venderla. O para tanquear sus motocicletas.

Como Tasajera ha sido un pueblo estigmatizado, hasta se inventaron una leyenda por radio bemba hace unos años. "En el peaje venden tinto con escopolamina para provocar los accidentes", escribió algún irresponsable, que otros más irresponsables reproducían.

Preguntado por esa falsa noticia tantas veces comentadas por redes sociales, tras el accidente, el conductor del camión cisterna se rió cuando informalmente se le preguntó sobre esa historia inventada.

“Totalmente falso y los trabajos de esa gente de Tasajera no lo hace nadie”, dijo.

La mayoría de los 45 muertos y los 18 que aún permanecen hospitalizados eran pescadores o vendedores del peaje de Tasajera. Casi todos residían en los barrios Carrizal, La 40 y el peaje. “No hay más que hacer en el pueblo”, no hay oportunidades.

El Personero Jesús Carrillo asegura que es tal la pobreza en estos barrios que en pequeñas casas en donde hay cuatro cuartos estrechos, habitan hasta cinco núcleos familiares, unas 15 o 20 personas.

Varios de los heridos han dado testimonio de arrepentimiento. De no volverlo a hacer y en adelante dar ejemplo a sus hijos de cómo ayudar al prójimo en un una calamidad.

El primer ejemplo, y ojalá sea por siempre, lo dieron los tasajerense el pasado miércoles en la medianoche cuando se volcó un camión de la cadena de mercados D1 cargado de alimentos y no fue saqueado.

Por el contrario, los habitantes de ese pueblo con hambre, ayudaron al conductor. Ojalá este ese ejemplo lo siguieran los dirigentes del municipio y el departamento que comienzan gestión.

Tasajara, un pueblo que nació en las márgenes del desarrollo, pero parece condenado al olvido. Por los anteriores y actuales gobernantes del Magdalena.


 

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