Kevin Acosta Ortiz, egresado de Historia de Uniatlántico que realiza maestría en España.
Kevin Acosta Ortiz, egresado de Historia de Uniatlántico que realiza maestría en España.
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En combates por la historia desde Sevilla, España

Un estudiante barranquillero de posgrado describe cómo vive esta etapa lejos de su ciudad.

Aproximadamente en el mes de marzo del año 2019, inicié decididamente la búsqueda de alguna beca o bolsa de estudio que me permitiera acceder a uno de los cupos ofertados para realizar un estudio de postgrado, en relación a mi formación profesional como historiador, egresado de la Universidad del Atlántico. 

Para ello, visualicé el contexto en el cual me encontraba, el sueño de seguir un proceso de formación en otro país de la amada Latinoamérica rápidamente permitió visualizar tres países candidatos: Argentina, México y Brasil.  Por ahora mis intenciones marchaban bien. Pasó el tiempo y las becas de los países respectivos (Universidad de Buenos Aires, Conacyt y OEA) comenzaron a tener reformas por la situación política y económica de los países mencionados. Sin un rumbo determinado, la ilusión de iniciar una maestría en el extranjero parecía disolverse.

Seguí persistiendo, fui al laboratorio de historia de la Universidad del Atlántico y me encontré con el colega Óscar Ferrer y Jorge Gutiérrez, casualidad o no, después de conversar sobre las opciones viables de estudio que se ajustaban a nuestra realidad económica. Ferrer me compartió su única opción de postulación: España. 

Y resulta que la división política administrativa del país ibérico esta constituida por “Juntas de gobierno autónomas”, lo cual significa de hay cierta autonomía financiera, en lo dispuesto y decretado por el ejecutivo. Sin más remedios, inicié firmemente un proceso de trámites desde autenticar el diploma y acta de grado, hasta viajar a Bogotá al Ministerio de Educación Nacional y legalizar los documentos, apostillas (hoy la mayoría de los trámites ante el MEN y el Ministerio de Relaciones Exteriores es on line) que me solicitaban, como también la solicitud de la visa ante el consulado de España.

Para Luis, Marta, Sael, Saray y Nelly que son mi familia, la idea representaba un riesgo económico, aun así, sus inefables sentimientos me llenaban de esperanza. Todo parecía apuntar a un pronto distanciamiento, asumido desde la armonía y los buenos deseos, sin conocer que las cosas se darían más rápido de lo previsto.

Es junio, por la mañana de un día de semana y deseo saber que ha pasado con la postulación, un mensaje de la Asociación Universitaria Iberoamericana de Postgrado parafraseando un poco dice “…Sr. Acosta, hemos deliberado y tomado una decisión, le otorgamos la beca…” ¿lo logré?, la felicidad era enorme. Sin embargo ahora el reto era depositar una buena parte de dinero en el Banco Santander para pagar la cuota inicial del Máster en Historia de América Latina, que oferta la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla y del cual soy estudiante.

Hice rifas, busqué apoyo, me rechazaron, en otras ocasiones profesores que pregonaban un discurso de apoyo no me contestaron y en otras ocasiones me humillaron, pero, seguí adelante, afortunadamente los buenos siempre somos más, logré con mucho esfuerzo y coraje conseguir la mayoría de las metas propuestas. Con todo en marcha, nos fuimos.

Es así como inicié esta travesía, dejando atrás a mi familia, mi único tesoro que tengo en esta vida, lo más preciado, invaluable definitivamente. No volvería a ver sus rostros presencialmente, y partí de viajé un 30 de diciembre del 2019, para pasar un año nuevo en tierras sevillanas junto a Óscar Ferrer ¿lo recuerdan?, ilusionado en que tendría un reto enorme, conocer el sistema educativo europeo y relacionarme con distinguidos docentes de Europa y Latinoamérica, todo esto, sin llegar a pensar que el panorama cambiaria de manera radical en 65 días.

Caídas inesperadas 

En algunas ocasiones jugando en Barranquilla fútbol noté alguna molestia en la rodilla derecha, no presté atención por algún tiempo. Fue entonces cuando en una integración de los estudiantes del Máster en Sevilla y ante un giro inapropiado jugando fútbol, todo se fue al suelo por segunda vez. 

Diagnóstico: desgarro interno del menisco de la pierna derecha, lo que siguió fue una recuperación en muletas, medicamento, reposo y clases virtuales, golpe bajo mentalmente y en un deporte que no lo practicaba hace meses.

Un montón de gente que conocía desapareció del mapa, “los amigos” se diluyeron y la soledad empezaba a ser mi compañía, los alientos de ánimo de mi familia han estado siempre allí, rápidamente cambié el chip y comencé a recuperarme. Cuando todo parecía volver a la normalidad, apareció, sí, el Coronavirus (Covid19) reconocido ya como pandemia global y tras el decreto real expedido el 14 de marzo por el presidente de España Pedro Sánchez, el Estado de Alarma era un hecho, es decir el confinamiento para mí se alargaba por 15 días más.

¿Y ahora?

Lejos de casa, los recuerdos y voces de mi familia son mi inspiración, las cifras lamentablemente siguen aumentando y trato de informar de primera mano los hechos mas importantes de esta contingencia a mis seres queridos y colegas. Sin embargo, de un tiempo para acá me he liberado de fake news y demás incendiarios de la desesperación. Ahora solo veo un reportaje de una fuente confiable por semana.  

Quienes me conocen saben que soy disciplinado, amante de lo que hago y que trato de demostrar seguridad en cada intervención, pero lejos de ello, de la academia, de la universidad, de todo, yacía un ser minimizado, angustiado y en mucho silencio… mucho. 

Si me pusiesen a elegir en el tiempo, quizá desearía estar con mi familia, pero el camino que la vida me ha trazado es largo, soy optimista y pienso interiormente que así me cueste lágrimas, rabias, silencios y demás circunstancias. El mismo carácter y fortaleza que me envían todos y todas los que creen en mí, me permitirá sostenerme y culminar con éxito este reto, en el cual espero junto con Óscar Ferrer, dejar en alto el nombre de nuestros docentes del programa de Historia, de la Facultad de Humanidades y desde luego , de la gloriosa Universidad del Atlántico.

Por ahora, y a pesar que las cifras siguen en aumento, resta decir que este virus es real, que el lector que aun tiene sus dudas pueda entender que, esta pandemia afecta a todo ser humano sin importar género, edad e ideología. Desde el lugar donde resido, todos los días a las 8:00 pm salimos a nuestros balcones y en manera de agradecimiento aplaudimos, por todos aquellos que eligieron el camino de las ciencias de la salud, y también por los ingenieros, diseñadores y profesionales comprometidos con la causa de poder vencer este virus.

Como reflexión, puedo decir que hoy en día las opciones para cursar algún tipo de estudio en el exterior son muchas, todo depende de la persona interesada y de las ganas de superarse diariamente, con humildad, sin olvidar quienes somos y de dónde venimos. En mi caso, nada fue regalado, todo luchado y seguiré luchando siempre con el ánimo y la ilusión de reencontrarme con los míos y poder expresar ese te amo que en algunas ocasiones fue tan esquivo y solitario. 

Este virus puede ser derrotado, pero todos y todas debemos poner un granito de arena. Está en nosotros y en nuestro comportamiento cultural ponerle un stop, a la situación.

Agradezco por permitirme este espacio, de contarles un poco de la vida de un colombiano hijo de Barranquilla en España en tiempos del Covid-19. 

Por Kevin Acosta Ortiz


 

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