El joven amante del vallenato cumplió uno de sus sueños: tocar en el Parque de la Leyenda Vallenata.
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Prensa Festival Leyenda Vallenata

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“Ya soy Rey vallenato”: santandereano con síndrome de Down al tocar en Valledupar

Jesús Alberto toca con un acordeón que le regalaron Silvestre Dangond y Rolando Ochoa

A su llegada, llenó de sonrisas el lugar. Llegó a cumplir un deseo que nació desde que hace varios años comenzó a tocar su acordeón de juguete: convertirse en Rey Vallenato.

Sus ojos recorrían el Parque de la Leyenda Vallenata ‘Consuelo Araujonoguera’, y comenzaron las preguntas para inscribirse en el concurso de acordeón aficionado, porque ahora cuenta con 21 años.

Jesús Alberto Suárez Guevara no se hizo acompañar de cajero ni guacharaquero. Solamente su tía Carmen Guevara estaba con él para que llenara los requisitos que pedía su corazón, porque la ilusión no se inscribe, a menos que le toque detenerse en el peaje del sentimiento.

“Vive es tocando”

“Quiero tocar acá”, indicó, así como lo ha hecho en distintos escenarios de su tierra natal, San Gil, Santander. El síndrome de Down no ha sido un obstáculo para darle rienda suelta a las ganas de potencializar su talento, y es así como su tía Carmen cuenta que el año pasado lo trajeron al 48 Festival de la Leyenda Vallenata, y esa fue la llama que encendió aún más su amor por la música vallenata.

Jesús Alberto, en la plaza Alfonso López, se ganó los aplausos porque imitaba a los acordeoneros que tocaban en tarima. Se ganó el aprecio de muchas personas, y eso lo ponía más contento. Le tomaron muchas fotos”.

Jesús, al escuchar el relato asiente con su cabeza, sin pensarlo toma su acordeón y dice que “Yo toco ‘La piña madura’, también ‘Tú cumpleaños’ y ‘La ventana marroncita’, del compadre Debe”.

En ese momento se ríe, y lleno de emoción dice: “Diomedes, Diomedes, Diomedes. Yo me veía la novela y no me dormía”. (Risas).

Seguidamente, cuenta que su gran alegría es observar videos de artistas vallenatos, especialmente de Silvestre Dangond y Rolando Ochoa, preferencia que tiene una poderosa razón.

Todo sucedió hace tres años, cuando Silvestre y Rolando hicieron una presentación en su pueblo, y Jesús Alberto estuvo en la primera fila del concierto. En el intermedio del show lo subieron a la tarima para que saludara a los artistas, instante que aprovechó para pedirles un acordeón nuevo y cambiar la de juguete que tenía. Su deseo fue atendido de inmediato por los artistas, y desde ese instante tiene un instrumento que es su gran tesoro.

Vive es tocando su acordeón y lo tiene siempre a su lado. En San Gil cuenta con el apoyo de su mamá, Ángela Guevara, y de sus hermanos Freddy, Aura Marina, Jimena y Ángela Marcela. Su papá, Gilberto Suárez, falleció”, manifiesta su tía Carmen.

Participante en tarima

Durante la charla salió a relucir que Jesús Alberto es el consentido en el barrio María Auxiliadora, donde saben que ama el vallenato y no se pierde una presentación artística.

Cuando todo iba viento en popa, el joven músico pidió el favor que le permitieran tocar en la tarima gigante. No se le podía negar esa petición porque era su sueño, era conectar el sentimiento vallenato con su corazón florecido de ilusiones. Al dársele la aprobación, sus ojos brillaron más de la cuenta. Sonrió, se puso de pie y pidió que le llevaran su instrumento.

Los pasos que dio desde la oficina hasta la tarima fueron los más gloriosos de su vida. Se ubicó en el centro del escenario Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, se puso el acordeón al pecho y comenzó a regalar varias notas.

Su tía Carmen, con lágrimas, estuvo a su lado viviendo ese instante glorioso para ese ser noble y bueno, cuya inocencia, como lo dice en su canto Fernando Dangond Castro es más grande “que el folclor de mi Valledupar donde el  amor nace en mil corazones, se eternizó en el alma del Cesar y en la alegría de mil acordeones”.

Jesús seguía tocando y sonreía. Estaba viviendo su tiempo de máxima alegría, y quería que los minutos se fueran de paseo para que las manecillas del reloj descansaran de dar vueltas y vueltas.

La presentación fue única. Sin jurados, sin público, y por ende, sin aplausos, pero la escala de emociones superó todos los decibeles hasta hacer llorar al acordeonero.

Estando en esas, paró la fantasía festivalera y esta vez no se escucharon las palabras del presentador Jaime Pérez Parodi: “Señoras y señores, así concluye su presentación el participante Jesús Alberto Suárez Guevara, quien viene procedente de San Gil, Santander”.

“Ya soy Rey Vallenato”

Cuando guardó su acordeón, y se bajó de la tarima, miró para todas partes como si no creyera lo vivido dijo lo primero que le salió en ese momento de su noble corazón: “Ya soy Rey Vallenato, toqué allá arriba”.

Acto seguido, recibió el abrazo de su tía, y en ese preciso momento entregó esas palabras mágicas que valen mucho más que el dinero: “Gracias maestro, por hacerme feliz”…

Y así, como llegó Jesús Alberto, se fue. Claro, que se llevó toda una carga de alegrías a cuestas, esa que brindan las notas del acordeón y que este músico natural sabe tocar hasta con los dedos del alma, recordando al inolvidable Diomedes Díaz Maestre, quien a través de la televisión le enseñó a cantar:

“Hágame el favor compadre ‘Debe’

llegue a esa ventana marroncita,

toque tres canciones bien bonitas

que a mi no me importa si se ofenden”.

 

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

 

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